La reunión familiar tomó lugar en su casa. Mi suegra, la madre de mi novia, era una cocinera orgullosa. Y por orgullosa digo mala…, pésima. Lo cierto es que yo no sabía esto, lo que se desarrolló en ese instante fue nuestra primera reunión, el primer contacto con el enemigo, y mi novia no había tenido mejor idea que concretar el susodicho con una cena. Grave error.
La conversación con mi suegro, para el cual no reparo ningún resentimiento, se desplegó en tonos normales. Debatimos sobre cómo debería jugar la selección al fútbol y cómo el campeonato local estaba en pésimo nivel. (Aclaro que era mi primer contacto con la familia). Pero fue mi suegra la que quebró el gran clima cuando anunció que la cena estaba lista. “Milanesas con papas fritas”.
El problema fue que la premisa dada fue errónea desde el primer segundo. Puesto que en este caso, el orden sí altera el producto y mi suegra pareció no comprender esto. Sentados en la mesa, vi cómo se acercaba el plato con servilletas, que en su interior escondía una desagradable realidad: las papas se habían fritado después de las milanesas.
La escena era caótica, la guarnición parecía un adolescente en su pubertad más cruel. Las papas estaban grotescamente decoradas con un pequeños granos de pan rallado hervido que les daban un aspecto inmundo. Una decoración desagradable que arruinaba todo intento de probarlas.
Yo, como buen caballero que soy, me excusé argumentando fuertes malestares estomacales y comí un poco de ensalada. Jamás volví a la casa.
1 comment:
PU
TI
TO
El verdadero Shaka Zulu devora jamones del parque rodó se come las papas fritas con pan rayado, patea al perro, manosea a la novia, escupe al suegro y eructa al terminar de comer.
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