Thursday, April 26, 2007

We love RGS (II)

Hay que vivir la vida como si fuera el último día…, algún día lo será.

Estoy

Me siento tan malo con… Soy injusto y malo con… Nada malo de mí merece… pero sin embargo yo le hago enojar. Todos los días es algo nuevo y… sigue ahí, soportando, aguantando, ando y ando.

Yo soy esta especie de estúpido intentando ser perfecto y sólo logro moldear un ser humano deforme, imperfecto, un muñeco de barro que no logra nada.

¿Que acaso no es eso el amor? Intentar pretender ser lo que el otro quiere. ¿Me cree lindo? Soy lindo. No es que intente desesperadamente verme lindo, lo soy porque ella cree que lo soy. Pero yo quiero ser más. Y no puedo.

Y… sigue ahí, soportando, aguantando, ando y ando.

Basta de mariconeadas, seguimos con nuestra programación habitual...

Saturday, April 21, 2007

We love Ramón Gómez de la Serna (RGS) (I)

La vida es dura cuando el aire es poco.

P.D.: Gracias, eres fea.

Friday, April 20, 2007

Lesson

Comenzaba a llover, pero a llover mucho. Corrí entre el mar de gotas hasta que encontré refugio en el puente de Sarmiento. Allí estaba un personaje bastante peculiar que, al ver que paraba para descansar, me habló.

- ¿La calle Gorzalo Ramire? -preguntó.

Quería saber dónde quedaba la calle Gonzalo Ramírez. Se me ocurrió, por un momento, hacerme el inteligente y tratar de reírme un rato.

- Don´t speak spanish – le dije en el mejor inglés que pude.
- ¿American? – me preguntó en un perfecto inglés británico.
- No, simplemente un sorete – debí contestar. Me salió horrible. Era inglés. Evité seguir hablando y me fui corriendo entre el agua. No lo hago más.

Tuesday, April 17, 2007

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Nunca me quedó claro el porqué, pero creo que están por la vuelta las publis bizarras. Disfruten y comenten.

Reflexivo

La lluvia me mojaba toda la ropa. Las gotas corrían por mí como si fuera una cascada. El clima estaba pesado. Era tarde, muy tarde. La oscuridad hacía imposible ver más allá de cinco metros y sólo las luces de los faroles de la calle me hacían sentir vidente.

Cuando ya perdía toda esperanza de sentirme alguien, apareció caminado hacia mí una figura. A medida que se fue acercando fui configurando su aspecto. Su gabardina negra paraba las pocas gotas que su paraguas no podía evitar. “Se acerca a mí”, pensé. Su rostro de piedra se detuvo a pocas baldosas de mí. Me miró con sus ojos oscuros, fríos y enormes. Casi si respirar y con un tono solemne dijo: “no hay mormones sin bicicletas”.

Sunday, April 15, 2007

Yo, TV

Idiotizado hasta el idiotismo más barato, me encontré mirando en la tele lo que es conocido como El súper clásico del fútbol argentino. Estaba gritando como un desesperado a la tele, gritaba muy fuerte. “¡¡¡Este Rubén es un pelotudo, no puede ser tan burro, no puede ser tan burro!!!”.

De la nada, todo tenía sentido, todo era lógico y justificado. Las barras bravas tenían razón. “¡¡¡Este Rubén es un pelotudo, no puede ser tan burro, no puede ser tan burro!!!”. No puede ser que esté jugando al fútbol. Hay que matarlo. ¡Hay que matarlo!

De pronto, casi de la nada, me di cuenta de lo que hacía. Terminé de gritar. Miré a mi alrededor y me di cuenta que no podía estar haciendo lo que hacía. Me tranquilicé. Apagué la tele y bajé a sacar a pasear al perro. El clásico no estuvo mal, pero me enganché demasiado.

Friday, April 13, 2007

Dos

El ciclista, con su ropa de velcro rosa, se sentó en la sala de espera de la gran compañía. La secretaria le había dicho que esperara que enseguida iba a ser atendido.

- Puede pasar señor…

El hombre entró a la gran oficina. Al final de un largo corredor lleno de cuadros y figuras exóticas, estaba el despacho en donde esperaba una persona diminuta y con la camisa desarreglada. El ciclista se acercó al despacho después de caminar un rato.

- Bienvenido –dijo la diminuta figura.
- Gracias señor, es un placer estar aquí.
- Ah… ¿sí?
- Sí, sí. Es muy importante que una empresa tan prestigiosa quiera que su publicidad salga en nuestro equipo de ciclista…
- ¿Cómo dice? –dijo el ejecutivo entre risas.
- Sí… ¿no me llamó para eso?
- Amigo –dijo el ejecutivo en un tono paternal -, esta empresa se viene a pedazos. Nuestras acciones han bajado un 220%. ¿A usted le parece que tenemos dinero como para invertir en un equipo como el de ustedes?
- Bueno, no nos ha ido muy bien…
- Vienen saliendo últimos desde hace más de diez años en la vuelta ciclista.
- Es verdad, pero…
- No se preocupe mi amigo. Es precisamente por esa razón por la que lo he citado hoy.
- Ah –dijo el ciclista-. No entiendo…
- Mire. Usted y yo sabemos que este bendito país arranca sus actividades cuando el último ciclista llega al velódromo, es decir, usted.
- Bueno, este año nos estamos preparando mejor…
- Nada de eso amigo mío –dijo el ejecutivo mientras prendía un puro-. Usted llegará último. Y lo que es mejor, llegará con una semana de retraso. Ese tiempo será suficiente para trasladar el poco dinero que nos queda a un banco en las Islas Caimán. Para cuando comience el año nadie entenderá nada. La empresa no existirá y será demasiado tarde como para que los accionistas se quejen.
- No entiendo por qué será demasiado tarde…
- Amigo, todos sabemos que los grandes accionistas se van de vacaciones en la víspera de la vuelta ciclista. Para cuando vuelvan no existirá tal compañía y los principales dueños estaremos tomando agua de coco en el caribe.

El ciclista no sólo ganó la vuelta ciclista sino que llegó con dos días de antelación. El año comenzó antes, y la empresa colapso. Ya lo dijo un amigo mío cuando casi pisa a un “bi-rodado” mientras manejaba: no se puede confiar en los ciclistas.

Sunday, April 8, 2007

Luz

Gabriel era una persona muy trabajadora. Era empleado del Sol, y como todo trabajador del Sol se levantaba todos los días a las tres de la mañana, para entrar a trabajar a las seis (el viaje al trabajo era largo).

Él estaba contento con su trabajo. Ganaba buen dinero, el clima en la oficina era casi siempre caribeño y en invierno trabajaba poco. Los veranos eran complicados. Las jornadas se hacían muy largas y encima con el cambio de horario salía de trabajar a eso de las nueve y media.

A Gabriel no le molestaba nada de esto. Se preocupaba realmente por otras cosas. Desde que comenzó a trabajar ahí, hace ya doce años, había dejado de ver el amanecer, o el ocaso. No tenía ni idea de cuándo era amanecer y cuándo era ocaso. Hasta a veces perdía la noción del tiempo y no sabía si era de día o era de noche.

¿Volvería alguna vez a ver un amanecer, o un ocaso? ¿Podrá distinguir qué es cada cosa? Esto le carcomía la cabeza.