Friday, February 29, 2008

Sleepy feeling

Buenas noches, querida.
Buenas noches, que duermas bien.
Arrópate bien en la cama.
Cierra los ojos y piensa en lo más lindo que puedas pensar.
Piensa en esas estrellas que te miran desde afuera.
En la luna que alumbra tu rostro.
Escucha el sonido de los autos pasando por la calle.
El ruido de los últimos ómnibus de turno.
Y el irritante sonido del tablado que no termina hasta las tres de la mañana.
Buenas noches, que duermas bien.
Mañana será marzo.

Thursday, February 28, 2008

Rayones de enero (6)

_Me siento en el restaurante y ya estoy mal. Vuelven los mareos. José me recomienda comer pero yo apenas puedo pasar la Coca Cola caliente. Todos salen a pasear menos yo que me quedo a dormitando en el hotel. A las cinco me levanto y como mi plato del mediodía (que había pedido pero no comido). Ya son las siete para cuando vuelven mis compañeros a la habitación. “No te perdiste de nada”.

_La noche es tranquila. Me siento mejor. Nos juntamos todos en una habitación a charlar un rato. Algunos salen a un bar que queda a unas cuadras. Yo elijo dormir para guardar energía para mañana.

_El primer contacto con las calles de La Paz es raro. La capital de Bolivia es lo más parecido a India que he visto. Sólo faltan las vacas. Camino por el centro en busca de agua y galletitas. Necesito provisiones porque hoy visitaremos una ruinas que quedan a una hora de la ciudad. Se camina, en general, por la calle. Puestos de lo que sea pueblan las veredas y es casi imposible caminar por ahí. Sólo en las subidas y bajadas se abre un espacio en las veredas. La ciudad es básicamente llanos, bajadas y subidas permanentemente. Pero subidas y bajadas muy empinadas, de esas que duelen subir…, y más con altura. A todo esto hay que sumarle el tráfico. Taxis y camionetas (combis). Por el centro de La Paz casi no circulan autos particulares. Creo haber visto siete en mis días de estadía. Y a cada paso que se da por al calle se escucha o un bocina de un taxi o de combi obligándote a correrte -o te pisan-, o a una persona gritando los destinos de una combi asomado desde la ventana media de la camioneta –el guarda boliviano-.
_Listos en la recepción del hotel para visitar las ruinas, a José le falla el contacto y nuestra camioneta no llega. Decidimos ir a buscar una a la calle. Estamos de viaje al cementerio, para tomar un ómnibus desde ahí, en una combi semi-vacía cuando José arregla con el conductor, Oscar, que nos lleve él mismo directamente a las ruinas. Es así como conocemos a Oscar, que complacido de abandonar el atestado tráfico de La Paz nos lleva a Tiwanaku. Es un hombre de pocas palabras, pocos dientes, pero buena voluntad.

_Las ruinas son fenomenales. Los Tiwanakus montaron todo un templo abierto con pilares en las puntas que marcan por donde pasa el primer rayo de sol en los solsticios y los equinoccios respectivamente. Enfrentado a ese templo se encuentra una especie de subsuelo con paredes laterales llenas de cabeza de piedra. Algunas de personas, otras no se sabe de qué… Y al costado del templo se encuentra la pirámide de Tiwanaku, que está a medio descubrir. Visitamos el museo en donde se puede ver la gran estatua de esta civilización: un monolito gigante de 7 metros con millones de simbologías. Carlos, el guía, nos cuenta que en su asunción, Evo Morales, Presidente de la República Bolivia, visita las ruinas e ingresa al templo abierto por la puerta principal, lo que sólo podían hacer aquellos Tiwanaku de status alto…, todo un símbolo… Lo que más me extraña de estas civilizaciones era que la forma que tenía de demostrar estatus era por el tamaño de su cabeza. A mayor tamaño, más privilegio se podía tener. Así pues, a todos los niños se le colocaban de chicos apliques en la cabeza para que se les estirara más y así poder tener un futuro prometedor. Ojala fuera tan fácil.

Saturday, February 23, 2008

Rayones de enero (5)

_Levanto la cortina del tren y el sol me golpea en la cara. Es temprano y decido ir a desayunar. El vagón de comida ya no tiene humo y luce como otro lugar. Me encuentro con las dos “Vickys” en una de las mesas. El pan está viejo y la mermelada tiene un gusto raro pero a esa altura dejan de importarme esas cosas. La manteca está pasable y el café reaviva hasta una llama (expresión local…). El paisaje cambió. Una larga llanura se extiende alrededor del tren. Sólo a lo lejos se ven las monumentales montañas. Vuelvo a mi asiento y en la tele están pasando la película de Los Simpsons. No es tan buena como dicen.

_El tren se detiene por última vez. Estamos en Oruro. Una ciudad de mala muerte que nos sirve como Terminal de salida para La Paz. Las vías de trenes fueron cortadas hace varios años y sólo podemos llegar por ómnibus. Caminamos desde la estación hacia la Terminal. El paisaje es desolador. Parece como si todo hubiera sido bombardeado. La lluvia anterior a nuestra llegada empeora aún más la cosas. La avenida principal, mitad barro, mitad cemento, está poblada de puestos. Es una gran mercado ambulante en donde se puede encontrar de todo. Frutas, pilas, carnes hervidas, coca. Caminamos unas cuadras por la avenida y doblamos a la derecha. Pagamos la entrada a la Terminal y en seguida conseguimos boletos para La Paz.

_Los baños de la Terminal son caóticos. No sé si lo que más me molesta es la mugre y las moscas o el hecho de que se tiene que pagar por ir a un baño público, y más a ése. Voy al primer cubículo que encuentro. Un asesinato había sucedido ahí. Cierro los ojos. Salgo cuanto antes. Voy en busca de alcohol en gel. Uno de los peores baños del viaje.

_En Bolivia parece muy común la sobreventa de boletos. El desorden es tal, que lo más recomendable es comprar tu boleto de ómnibus y sentarte lo antes posible en tu asiento, porque probablemente en cinco minutos ese mismo lugar sea vendido de nuevo. Fue eso lo que le pasó a Leti. Sentada, esperando a que arranque el ómnibus, se le acerca un lugareño reclamando su lugar. Ella, con su carácter arrollador, pone el grito en el cielo y va a reaclamar a la vendedora. El señor es ubicado en otro asiento.
_Camino a La Paz, decido tomar una siesta ya que no puede dormir nada. Soñé. No recuerdo qué. Pero recuerdo que disfrutaba cada momento de ese sueño. Hasta que de la nada, un fuerte olor desintegra toda aspiración onírica. Un señor, local, está parado justo al lado de mi asiento. El ómnibus no va con mucha gente pero él decide parase ahí. Su fuerte olor me desconcentra. Más bien me desconcierta. No puede conciliar el sueño. El ómnibus se detiene un par de veces por inspecciones policiales. Buscan contrabando. Ojala se hubieran llevado a ese señor, él escondía algo tras su campera de cuero…

_Llegamos Al Alto, una ciudad que está al lado de La Paz. Se podría decir que es la parte de arriba de la capital boliviana. La Paz está en un gran agujero entre las montañas, pero ha crecido tanto entre las cumbres, que ha llegado casi a fusionarse con El Alto. Es el suburbio de La Paz. El paisaje del Alto no varía mucho al de Oruro. La misma miseria y barro. Las casas de ladrillos rojos (ticholos) a medio terminar. Los puestos en la calle…

_El final del Alto, por lo menos por el camino que toma el ómnibus, nos deja en una carretera que va por el borde de una montaña. Del borde de la carretera para abajo, La Paz. A lo largo de un gran valle imperfecto, lleno de ondulaciones, se extienden miles y miles de casas a medio terminar, hechas con el mismo ladrillo rojo. Sólo unos pocos edificios se asoman, el resto es una gran mancha roja que sube y baja por las montañas. Estamos en La Paz.

Thursday, February 21, 2008

Monday, February 18, 2008

Fue eso lo que me dolió

- Fue eso lo que me dolió.

No fueron sus caricias de indiferencia. Ni siquiera sus ojos inocentes. Apenas sus rechazos parecieron afectarlo. Fue esa mirada perdida. Perdida en otro contexto. En otra idea. En otra persona. En otro tiempo. Ver como sus ojos seguían ese otro lugar con anhelo incomprendido, lo había devastado de manera incalculable.

- Fue eso lo que me dolió – pensó de nuevo. Y dejó el libro en la mesa de luz. Y apoyó la cabeza en la almohada. Y apagó la luz.

La cultura también mata

Merecía morir. No había cosa que más me molestara en ese instante que el revoloteo histérico de esa asquerosa mosca.

Esperé tranquilo a que se aquietara, con un libro en mi mano izquierda y un marcador en la otra. No dudé en asestarla con este último, provocándole un golpe certero en el lomo. La mosca quedó quieta sobre la mesita de plástico del balcón de mi casa. Merecía morir… y vaya que murió.

Foto: La mosca. Shakespeare mira desde el marcador.

“¡Qué injusta que es la vida!”, pensó la viuda de la mosca, mientras lamentaba la muerte de su esposo con sus trescientos cuarenta y nueve hijos a su alrededor “¡Qué injusta…!”

Wednesday, February 13, 2008

Rayones de enero (4)

_Llegó la noche al tren Wara Wara. Están pasando una película en la tele sobre un caballo de carreras que se quiebra una pata y que en vez de sacrificarlo, su dueño lo conserva. Finalmente el caballo vuelve a correr y gana… bien Hollywood. Antes de que termine la película decidimos con Santi ir al vagón de la comida. Hago una parada previa por el baño, que es aún más tenebroso que cuando lo visité de día. "El agujero de deposito" –decorado ingeniosamente con un dispositivo metálico que oficia de asiento- da directo a las vías del tren. Funciona al mismo tiempo como megáfono, cuantificando el sonido del tren cuando pasa por la vía(s). Es divertido ver como lo que uno deja, se pierde en el camino…

_No sé por qué, pero siempre que camino por un tren me siento uno de esos actores de la década del treinta, con sus sobretodos color crema, recorriendo los vagones en busca de mi chica… Faltaba la niebla para completar la escena. Y estaba en el vagón de comida. Una capa gruesa de humo proveniente de la cocina obstruía toda posibilidad de respirar aire puro. Comimos lo seguro: Carne con papas, arroz y ensalada (se descarta lo último) y una Coca Cola a lo boliviana (bien caliente). Una de las cosas que más extrañaremos durante le viaje: el refrigerio. Se sentirá en las Cocas, Cervezas y demás bebidas espirituosas.

_Llegó la noche… bueno, ahora sí llegó definitivamente. Se apagan las luces del tren. Tomé la determinación de dormir con la ventana abierta. Otros insanos, incluidos algunos de mis compañeros de viajes, dejan sus ventanas cerradas lo que catapulta una posible invasión de tufo boliviano. Es un olor profundo, muy profundo. Condicionado, como dice José, por todas las porquerías que comen por la calle. Carnes de rara procedencia mezcladas con condimentos de quién sabe dónde. Santi lo describe como “olor a jaulita de oso”. Creo que los osos merecen un poco de respeto. En definitiva, será otra de las cosas que nos acompañará durante el viaje.

_No puedo dormir. Una lluvia me obliga a cerrar la ventana y a levantar a Vicky para que cierre la suya (sentada en el asiento delante de mí). No me gusta despertar a la gente de una manera brusca, pero recuerdo que di un fuerte golpe contra su ventana que la despertó de inmediato. Vuelvo a incomodarme en el asiento. La lluvia para. El tren sigue haciendo paradas en pueblos perdidos. Con la ventana de nuevo abierta, dormito un rato hasta que alguien me despierta. “Eh, gringo”. La voz venía desde afuera. Un par de chiquillos me piden unas monedas. Ciertamente no tenía nada. A partir de ahora, todos somos gringos, así nos ven ellos. Venimos a su país a dejar nuestros dólares y a sacar fotos de sus miserias. A partir de ahora somos gringos.

_No puedo dormir. El asiento es demasiado incómodo y ahora tengo frío. Comienza a correr en mí un profundo odio por ese país. Por sus costumbres. Por su gente. Por la incomodidad de sus trenes. Por… El guarda a cargo del vagón me arrima una manta muy abrigada. Le agradezco desde el fondo de mi congelado corazón y hago las paces con la nación. Mañana llegaremos a Oruro.

Tuesday, February 12, 2008

La abeja que te parió

La abeja me picó en la palma de la mano. Ella murió. Yo viví. Recuerdo que cantaba Honey Pie, tirado en la playa de la Aguada, pensando en qué diablos iba hacer el lunes; por qué había hecho lo que había hecho; qué debo hacer en el futuro; que ese yogurt que desayuné no estaba en muy buen estado como yo había pensado.

Sentir la puntada del aguijón penetrar mi arenosa piel significó el acabose para mí. Un dolor insoportable corrió por todo mi sistema nervioso directo a mi cerebro y en menos de una milésima de segundo ya estaba insultando. Ya no importaba Honey Pie; ni el trabajo del lunes; ni si ella no había contestado; ni siquiera un ligera certeza de mi futuro; y ni hablar de la potencial diarrea que podía tener por el yogurt de la mañana. Sólo quería que se fuera el dolor, nada más.

Ahora ando molestando abejas por ahí, esperando que alguna deje su vida por una buena causa.

Thursday, February 7, 2008

Glass onion

No entiendo a veces por qué lo hago. ¿Por qué lo hice? Pero lo hice. Esperé. Esperé. Y nada. Sabía que iba a pasar. Y nada. Esperé. Esperé. Pero lo hice. ¿Por qué lo hice? No entiendo a veces por qué lo hago.

Monday, February 4, 2008

Rayones de enero (3)

_El tren de Bolivia es un poco menos tétrico de lo que imaginaba: tiene asientos. Pero una cosa no quita la otra. La incomodidad de los asientos es monumental…

_Alguien dijo a la pasada que Bolivia es pobre como país pero rico en paisaje. Yo no puedo dejar de ver la pobreza reflejada en todas las monumentales montañas por las que cruza el tren. Todos quedamos perplejos ante el paisaje. Nos golpeamos mutuamente para sacar fotos “Mirá eso… mirá eso”. Eran sólo montañas…

_El tren hace paradas para levantar pasajeros. Una es Pisa… Nos recibe una banda con trompetas y bombos al mejor estilo ciudad mexicana de principios de siglo veinte. No se nos ocurre mejor cosa que salir a bailar al ritmo de las trompetas. Volvemos al tren agotadas más que por el baile por la altura que nos deja fatigados. Se hace la noche y el paisaje se va borrando. Cada pueblito, cada pequeña casa de barro, cada rostro oscuro, ve pasar el tren con la esperanza de que traiga algo nuevo o con el deseo de que deje rápido la ciudad.

Completo-incompleto

No entiendo a la gente que dice que en cada cumpleaños siente el paso del tiempo. Para mí, es sólo un día más. No me sucede lo mismo cuando voy al cumpleaños de M.

Todos los años el mismo ritual. Nos juntamos de noche a hablar y a las doce, abrazo y bebida de por medio. Cada año que pasamos en la casa de M., en cada charla que rememora tertulias anteriores, recién ahí veo el paso del tiempo. Ya todos tenemos trabajo. Todos tenemos una carrera encaminada. Responsabilidades…

Espero nunca faltar a tal cita por compromisos ajenos.

Friday, February 1, 2008

Rayones de enero (2)

_La Quiaca parece uno de esos pueblos en lo que no sucede absolutamente nada. Eso sería así si no fuera porque queda en la frontera con Bolivia. Los quiqueños nos ven pasar cargados con nuestras mochilas y no se asombran. Somos otros más que quieren cruzar la frontera.

_ Villazón es Bolivia. No importa que estemos cerca de Argentina. Las casas, el ambiente, los aromas, todo se va decantando y transformándose. El hostal nos recibe con una cama muy abrigada. La segunda noche en tierra es más tranquila. Con Santi no podemos dormir y nos divertimos divagando sobre la vida. Mi cama esta al lado de una ventana en la que de vez en cuando aparecen figuras misteriosas que intentan mirar para adentro… y se retiran.

_Mañana hay que buscar los pasajes para el tren. Me mareo por la altura y no ceno. Al otro día desayunaré con un hambre feroz… y me volveré a marear en la estación.

Bien-venido

Escuche varias cosas. Pero nada me quedaba del todo claro. Diego y Marcela siguieron explicando qué hacer.

El aire terminó. Todo salió en orden. Al final, miro a Diego y le digo;

- La remamos…
- La remamos – me responde.