Soñé con que los destinos no eran precisos. Que las ciudades estaban en permanente movimiento y se trasladaban como grandes islas flotantes, como nubes livianas llevadas por el viendo de aquí para allá.
Cada vez que alguien comenzaba un viaje, no se sabía dónde ni cuándo podría terminar. El tránsito entre un lugar y otro era una incógnita en el tiempo, una pérdida de la noción de temporalidad, un círculo efímero o eterno, puesto que no se sabía cuánto se tardaría en llegar a otra ciudad. Podrían ser segundos, podrían ser años. Sólo había que esperar que una ciudad interceptara nuestro camino.
Abandonaba mi ciudad, con la incertidumbre de que el tránsito a otro lado me dejaría en un destino incierto y que volver la vista atrás sería imposible, pues aunque tomara el camino del retorno, mi ciudad ya no estaría allí.
7 comments:
El viaje de la vida es sin duda incierto, Eimb. Debe transitarse en calma y con algunos puntos de referencia firmes, en lo demás, sólo fe...
Esperaba que hoy escribieras un post dediaco a mi cumpleaños.
Mínimo.
Hacete dar, Al. Hacete dar.
¿De parte de quién decís eso? (Viene el doctor Tangalanga).
Tranquilo, Podetti, tranquilo.
El regreso, el destino, sólo reales en el sueño. Nos queda el amor, eimb. Un gusto pasar por aquí.
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