_No sé por qué, pero siempre que camino por un tren me siento uno de esos actores de la década del treinta, con sus sobretodos color crema, recorriendo los vagones en busca de mi chica… Faltaba la niebla para completar la escena. Y estaba en el vagón de comida. Una capa gruesa de humo proveniente de la cocina obstruía toda posibilidad de respirar aire puro. Comimos lo seguro: Carne con papas, arroz y ensalada (se descarta lo último) y una Coca Cola a lo boliviana (bien caliente). Una de las cosas que más extrañaremos durante le viaje: el refrigerio. Se sentirá en las Cocas, Cervezas y demás bebidas espirituosas.
_Llegó la noche… bueno, ahora sí llegó definitivamente. Se apagan las luces del tren. Tomé la determinación de dormir con la ventana abierta. Otros insanos, incluidos algunos de mis compañeros de viajes, dejan sus ventanas cerradas lo que catapulta una posible invasión de tufo boliviano. Es un olor profundo, muy profundo. Condicionado, como dice José, por todas las porquerías que comen por la calle. Carnes de rara procedencia mezcladas con condimentos de quién sabe dónde. Santi lo describe como “olor a jaulita de oso”. Creo que los osos merecen un poco de respeto. En definitiva, será otra de las cosas que nos acompañará durante el viaje.
_No puedo dormir. Una lluvia me obliga a cerrar la ventana y a levantar a Vicky para que cierre la suya (sentada en el asiento delante de mí). No me gusta despertar a la gente de una manera brusca, pero recuerdo que di un fuerte golpe contra su ventana que la despertó de inmediato. Vuelvo a incomodarme en el asiento. La lluvia para. El tren sigue haciendo paradas en pueblos perdidos. Con la ventana de nuevo abierta, dormito un rato hasta que alguien me despierta. “Eh, gringo”. La voz venía desde afuera. Un par de chiquillos me piden unas monedas. Ciertamente no tenía nada. A partir de ahora, todos somos gringos, así nos ven ellos. Venimos a su país a dejar nuestros dólares y a sacar fotos de sus miserias. A partir de ahora somos gringos.
_No puedo dormir. El asiento es demasiado incómodo y ahora tengo frío. Comienza a correr en mí un profundo odio por ese país. Por sus costumbres. Por su gente. Por la incomodidad de sus trenes. Por… El guarda a cargo del vagón me arrima una manta muy abrigada. Le agradezco desde el fondo de mi congelado corazón y hago las paces con la nación. Mañana llegaremos a Oruro.
2 comments:
Muy grande. Yo también viajo a ese tiempo cuando paseo por los vagones.
Gracias por recordarme el viaje en tren.
A.
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