Amaba sus pies. Cada vez que se acostaban en la cama, ella se quedaba mirándolos mientras él descansaba. La forma redondeada de sus dedos, el corte perfecto de las uñas, las proporciones perfectas del talón. Simplemente la cautivaban. Podía pasar horas con la mirada recorriendo las perfectas curvas de las plantas del pie.
Tirados en la cama, ella pensaba en qué afortunada era. Mirando los pequeños vellos que crecían cerca de la uña del dedo gordo, imaginaba cómo habían llegado a eso. ¿Cuándo fue que pasó? ¿En qué momento logro conseguir llegar hasta ese momento?
Se preguntó si él realmente la quería. Si él también miraría su cuerpo como ella veía el de suyo. Buscó una respuesta.
Miró de nuevo sus pies. La forma arqueada, como de una garra, que habían adquirido después de que él cambiara de posición para dormir más cómodo, arrugó de tal forma la planta de los pies que formó una serie de líneas paralelas, como surcos de arados en el campo. Eran cinco líneas perfectas. No tenía ni un principio ni un final claro. No sabía si eran reales o no, pero ella creía verlas ahí.
Intentó cerrar los ojos. Acompasarse al sueño de él. Y no pudo. No le importaba si él la quería realmente. Sólo le importaba creer que él la quería. La simple ilusión, mantener la esperanza de que él sentía algo por ella la dejaba tranquila. “Acaso no es eso el amor”, pensó mientras volvía a mirar los surcos en las plantas de los pies, “creer que nos quieren”.
2 comments:
Brillante. Me mato lo de los surcos. Sos un cras...
No! creer que nos quieren no es amor. Es conformarse con poco. No se puede estar con alguien que no nos quiere. Es engañarse a uno mismo. Si la persona no me quiere, por más que yo sí la quiera, no puedo estar con ella.
Salú!
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