Se sentía cómodo con su grupo de amigos. Todos los fines de semana se juntaban a charlara de la vida y de sus aburridas rutinas en el trabajo. A pesar de las penurias, las cerveza de por medio parecía unir a ese grupo de amigos y él no podía esperar al fin de semana para encontrarse con ellos.
Un nuevo año comenzó y él comenzó a faltar a las reuniones. El trabajo en la oficina se hizo más insoportable y los fines de semana fueron dos días más de trabajo. Hablaba por teléfono con ciertos amigos del grupo, pero nunca pudo juntarse con todos. La charlas por teléfono se hicieron más frecuentes. Fue la única forma de enterarse lo que sucedía o cómo actuaban ciertos amigos a lo que él ya ni hablaba ni veía.
Los meses pasaron y él se empezó a dar cuenta de la soledad de su existencia. De repente, él sólo conocía a un par de amigos, nada más. Realmente sólo sabía de los amigos que hablaban por teléfono con él. Los demás, eran sólo un cuento de otro. La mayoría de sus amistades eran únicamente un comentario o una anécdota que le contó un amigo por teléfono. Todo lo que sabía de la mayoría de su grupos de amigos era a través de alguien.
Se dio cuenta de lo frágil de las amistades. De qué fácil se puede tener amigos o amigos virtuales. De cómo un recuerdo significa tanto. Pero que, al mismo tiempo, no son nada más que recuerdos y que esas memorias no hacían más que dinamitar su existencia.
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