Alicia dio vuelta el frasco de cera sobre el trapo. Eran ya las siete de la mañana y el hall del edificio empezaba a tener actividad. Transitaba en su mayoría, los inquilinos que se dirigían a sus respectivos trabajos, pero no faltaban a veces las amantes que se durmieron y debían volver a casa.
El ascensor bajó por última vez a las 7:35. Alicia ya sabía quién era: Daniel. Ellos dos se llevaban muy bien. En realidad, no era más que una relación de un “hola y chau”, pero para ella con esto bastaba. Sus ojos azules, su pelo desalineado y su barba de dos días hacían temblar a Alicia. Cerró la reja del ascensor con fuerza y cruzó el hall a toda prisa sin saludar a Alicia. Ella ya lo sabía: estaba llegando tarde.
Con el pelo despeinado y el portafolio lleno de papeles, Daniel se sentó en su despacho y comenzó otra día de insoportable rutina. Al mediodía recibió la noticia: su madre había muerto.
Él y su madre habían tenido una relación muy particular. Desde que su padre los abandonó, cuando Daniel tenía apenas seis años, ella había sido todo lo que tenía. Sin hermanos ni abuelos, su madre ocupó un rol central en su vida. Fue su educación y dedicación. Cuando se graduó, la había abandonado y se había ido a vivir solo. “Necesito independizarme”, le dijo. Pasaba días sin verla pero ella lo llamaba rigurosamente todos los días.
Ahora frente al ataúd, frente a la espantosa corona de rosas que le habían regalados sus viejas amigas, había terminado esa independencia. Miró una y otra vez a las personas que lo rodeaban y se dio cuenta que nadie le debía tanto a su madre como él mismo. Que nunca le dijo realmente gracias. Nunca la miró a los ojos y le dijo todo lo orgulloso que estaba de ella. Todo lo que ella le había dado, todo eso que él necesito y que siempre se lo brindó, jamás se lo pudo agradecer.
Eran las ocho y Alicia esperaba en el hall, vestida con su uniforme, para abrirle la puerta a los inquilinos que regresaban o salían. Daniel volvió a las nueve y no intercambió palabras con ella. Pensó que capaz había tenido un mal día en la oficina y se dijo así misma, convencida, de que algún día juntaría energía para decirle todo lo que quería decir. Quizá sería mañana, quizá en meses. No sabía cuándo, pero sabía que lo iba hacer.
Estaban por ser las ocho de la mañana y Alicia había terminado de pasar la cera por el hall. Miró al ascensor pero no se movió. Daniel no bajó. Junto ánimos para ir a tocarle timbre. Sería una buena oportunidad para intercambiar palabras. ¿Quién sabe? Capaz que se había dormido y ella le salvaría el pellejo en el trabajo. Así “le debería una” y sería una perfecta excusa para salir. Pero se arrepintió a último momento. Esperaría un poco más.
Pasó una semana y no supo nada de él. Comenzó a sospechar de que pasaba algo.
7 comments:
Muy laaaaaargo. Por lo que leí, no estoy de acuerdo con el titulo. Igual me gustó.
¡Me gusta el cambio de diseño! (¡Y la limpieza en tus blogs recomendados!)
Estimado Anónimo:
Te odio. Te detesto. ¡Vete al carajo por si no te quedó claro! Estoy cansado de estos eruditos que dejan comentarios en todos los blogs, y los seguirán dejando, criticando sin respaldo alguno los textos y acotando cosas que sinceramente no me interesan. Todo en el refugio del anonimato.
Lo que necesitamos nosotros es una explosión, necesitamos escribir. Ya pasó demasiado tiempo de estar sentados y escuchando. Por supuesto que tenemos no un espaldarazo editorial, nadie imprimiría un libro de un montón de apuntes(¿o sí?) y, además, no queremos un libro. El blog es la vía justa. Es el fuego para nuestra pólvora.
Necesitamos explotar. Hay que escribir. Cosas buenas (te recomiendo leer a Al nonio), cosas malas (te recomiendo leerme a mí), pero tenemos que explotar. Cosas largas o cosas cortas, pero escribir.
Yo por mi parte seguiré escribiendo. Si no te interesa, vete a la mierda.
Atentamente, eimb
Ah, mi estimado Al, gracias por el comentario, espero que te haya gustado el cuento...
Donguorry, Eimb. Es mucho más fácil no hacer, que hacer. El que hace, lo haga bien o lo haga mal, se busca un problema: se expone a la crítica.
Pero, a pesar de la crítica, seguiremos, seguiremos, seguiremos.
P.D.: Disfruto mucho cuando te enojás con los anónimos. ¡Jajaja! (Recuerdo un: "Anónimo, hacete dar". ¡Plas, plas!).
Para mí está bien.
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