El dolor del tiempo y las estrategias de la memoria nublaron la cabeza de Santiago. Por un momento pensó que podría olvidarla, pero claro, su tonada era única, como la de cada chica de ese barrio. Todas las chicas y todos los chicos se silbaban melodías de amor. Con un chiflido dialogaban. Con cada exhalación, un sentimiento especial. Al oído común, un silbido sonaba en un tono monocorde. Pero para esos chicos eran interminables significaciones de amor, locura, odio, desesperación y promesa.
El silbido de ella era para Santiago un momento de clímax absoluto. De encuentro interminable con su alma que le entendía y le respondía. Así, Santiago cada vez que ese sonido atacaban su oreja, temblaba. Volvió a intentar olvidar esa melodía. A que nuevamente su memoria le jugara una mala pasada. Escuchaba a los pájaros, discos de jazz, hasta a las otras chicas de los alrededores. Nada era como ese sonido. Esa melodía que con tan estridente combinación de acordes, descordinaba a su corazón.
1 comment:
...SIN PALABRAS...
es hermoso, y me encanto...y espero que esa melodia sea mi voz....
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