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Llegó a casa como todos los días. Con agua estancada limpió sus manos negras, pero ese color oscuro no salió del todo. Mordió pan, pues si comía hoy, no habría para los demás...
Con sus últimas fuerzas se acostó en la cama. Por una rendija del techo de chapa, se asomaba una estrella. La luz le apuntaba directo en la frente. Le alumbraba hasta de manera casi intimidante. Intentó descifrar qué hizo mal. O qué no hizo. Miró a su alrededor. Sus hijos dormían; el perro dormitaba entre pequeños gemidos y movimientos de patas. Quiso que todo esto fuera un mal sueño. Que nada de lo que sucedía, sucedía. Cerró los ojos con fuerza. Cuando los abrió de nuevo, la estrella todavía le iluminaba.
Pensó en alguien más que en ese mismo momento estuviera viendo esa estrella. Si esa persona podía contemplar de la misma manera que él esa estrella, ¿qué lo diferenciaba de esa persona? ¿la pobreza? ¿soy pobre? La pobreza material es un mal terrible, la pobreza de espíritu es un mal irrecuperable.
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