Aquella mañana intentaba disculparme con la profesora de italiano por un claro error que cometí en mi intervención. No era de hablar mucho en clase, pero necesitaba puntos para exonerar la materia (cosa que no conseguí).
Disssculpa, dije en un primer intento.
Cosa dice.
Disssculpa.
Como. Callé sin saber qué decir cuando ella, que se sentaba un banco más adelante del mío, me miró de reojo y susurró.
Scusa. Miré a la profesora de nuevo y contesté.
Scusa.
Bene. No recuerdo haberle dicho gracias después de eso. Ni haberme disculpado por todo lo que le hice.
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