El emperador deseaba ser poderoso. Y para él, el poder estaba en demostrar inteligencia.
Compró millones y millones de libros pero le fue imposible terminarlos. Contrató a los mejores profesores de todo el imperio pero de nada sirvió. No sabía nada.
Cansado de quedar humillado ante los más intelectuales de su séquito, decidió eliminar el antes. Decretó que a partir de ahora, el tiempo comenzaba a correr. Que no había existido nunca un pasado. Que la historia comenzaba ahora. Así, nadie podría saber más que él porque, en realidad, nada había pasado.
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