Las paredes seguían blancas pero nunca había estado ahí. Entró de nuevo a un cuarto, esta vez más pequeño y muy iluminado. Dos rejas parecidas a las de la terraza se cerraron y se escucho un ruido muy raro. Después de un rato, se dio cuenta de que estaba bajando. No entendía cómo. Era como si el que mandaba había hecho un agujero en el suelo y estuvieran cayendo en picada. Para peor, su acompañante ni se inmutó. Dorio no hizo más que dar vueltas por el pequeño cuarto hasta que su compañía el grito y tuvo que quedarse quieto. Su corazón latía a mil por hora.
El cuarto se detuvo y las rejas se abrieron de nuevo. Caminó al lado del que mandaba hasta que llegó hasta una pared. Pero esta pared no era como cualquiera. Si acercaba su corta vista, podía ver algo que estaba dentro de esa pared. Dorio se dio cuenta que era una pared movediza, como las que separan los cuartos en el apartamento. Hasta hacía el mismo movimiento que las del apartamento.
Al verla abrir, Dorio vio que era tan fina como las que había en el apartamento. No entendía cómo tantas cosas podían entrar en algo tan fino. Después se dio cuenta de que, de alguna forma, no contenía nada, que era especial y que se podía ver a través de ella.
Continúa...
1 comment:
¡A ver cómo termina la trilogía...!
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