Monday, June 4, 2007

Dorio y sus cosas (III)

Esta vez entró a un cuarto más grande. Mucho más grande. No había más paredes a su alrededor. O estaban muy lejos de él. Quedó maravillado. Se le llenó la cara de aire. Un aire que venía de todos lados. Ya le había pasado esto en el apartamento, pero el aire provenía de una caja rara que tenía uno de los que mandaba. Esta vez venía de todos lados. Y no había ninguna caja rara como origen.

No podía creer lo que estaba viendo. Corrió hasta que se paró sobre un suelo inestable. No era como el suelo del apartamento, era de color verde, con un olor muy fuerte.

¡Los olores! Los sentidos le explotaron. Y le llegaron olores por todos lados. Mordió cuanta cosa pudo. Correteó de lado a lado. A todo esto, el que mandaba parecía complacido por su reacción, así que Dorio continuó como si nada.

Pero de repente frenó en seco. No podía creer sus ojos. Caminado, por el mismo suelo verde, hacia donde él estaba, venía alguien, muy parecido a él. Dorio se quedó petrificado. Todas las ideas. Todos sus pensamientos. Sus reflexiones eternas en el suelo del apartamento cuando estaba todo oscuro. Todas las preguntas. Todo, absolutamente todo le brotó como una alergia.

Desesperado corrió hasta esta criatura y sin pensar mucho por la excitación que llevaba le preguntó:

- ¡Dime qué soy, por favor!
- Tranquilízate. Eres lo que ellos llaman... perro…

2 comments:

eresfea said...

Bien, ahora debes leer a David Eggers: "Cartas de Steven, un perro, a magnates de la industria".
El mundo es una cucheta.

Ignacio Bermúdez said...

Era obvio que la idea ya estaba explotada y mucho mejor que acá. Lo tendré en cuenta. El mundo es un piso compartido...