Ha sido hoy, sábado 3, que realmente me di cuenta de que comenzaba un nuevo año. Leí en el blog de Paco Sánchez una interesante cita de Chesterton sobre las consecuencias de un cambio de año. Para mí el cambio fue imperceptible. El primero desperté y todo seguía en su lugar. Misma altura. Misma cabeza. Mismo malhumor. Mismos muebles..., nada para mí había cambiado.
Pensé, erroneamente, que el cambio se da en la medida que lo vemos, que lo sentimos y testimoneamos. Como cuando vemos que una hoja se cae de un árbol, o cómo se quema la leña... ese era el cambio que yo esperaba al despertar. Y no fue así.
El cambio. Cambio. Palabra fuerte. Que implica un transición. O no. El tema es de qué. Qué tipo. Cómo. Cuándo. Lo cierto es que el cambio es tan imperceptible como perceptible. En este mismo instante estoy cambiando. En este momento ya no soy quien fui y bla bla bla... El año nuevo es la afirmación científica del cambio. Es esa necesidad necesaria del hombre por anotar todo. Por dejar todo archivado. Por conservar la memoria...
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