La besé como nunca besé a otra. Ella había estado todo este tiempo contemplándome. Callada, silenciosa, blanca. No le escuché nunca una palabra contra mí y su presencia significó siempre para mí, abrigo y protección.
No opuso resistencia, ¿por qué habría de hacerlo? Tantas noches solos…, tanto… Intenté abrazarla, pero fue inútil. Ella y yo sabíamos que esto sería un beso y nada más. Al menos yo lo sabía.
Posé mis labios sobre la fría superficie. Sentí un poco de su polvo y una firmeza desgarradora. No precibí que se ablandara en ningún momento. Ni por mis húmedos labios, ni por mi curiosa lengua.
La pared se mantuvo completamente indiferente a mi avance. Apenas pude percibir unas pequeñas marcas de baba que dejaron mis labios. Supe en ese momento que ella también sabía que fue sólo un beso.
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