“Un enredo es algo de lo cual no se puede salir”, señalo con una calma que hizo que Gustavo levantara su mirada del libro de Palahniuk. ¿Qué es eso? “Claro”. No claro. Tu definición, Elena, parte de un error fundamental: el enredo para ser enredo tuvo que ser orden. El nudo se ata, no viene hecho con el champión. Aspiró mate. “¿Pero qué tiene que ver?”. Nada se podía explicar para ella en primeras palabras. Claro, contestó irónico. “No claro”, retrucó. Mirá, una enredadera puede armar un lío tremendo en una pared, pero antes que todo, fue una plantita de mierda en el rincón más ínfimo de esa pared. Ergo, el orden linda al desorden y así de simple como se armó, así de simple terminará, puesto que ponte a pensar que un día el nudo encuentra su vuelta y la enredadera su jardinero. “¿Y dime, Queneau, en el caso del cielo cómo se te plantea la cuestión? ¿Fue primero un cielo celeste, o primero estaba las nubes que lo desordenaban?”. No te entiendo, caes en tu propia trampa. El cielo es la viva respuesta de que el desorden se endereza. Las nubes van y vienen, como el problema, como el tiempo, como la memoria…, como el amor. Cebó más mate. Ella entendió dos cosas: jamás podría encontrarle una vuelta a una discusión con él y nunca lograría desatar el nudo de sus cordones sin usar una tijera.
P.D.: ¡Quiero ver más fotos como esa!
No comments:
Post a Comment