De profesión

Al entrar a la aseguradora, miró a todos lados. Abrazaba un bolso con sus dos manos y se sentó en los sillones de la entrada a esperar que le tocara su número. Cuando lo llamaron se levantó del sillón, sin dejar de abrazar su bolso, y se acercó hasta el escritorio.

- Bienvenido a la Aseguradora del sur, ¿en qué podemos ayudarlo?
- Buenas, sí. Quiero contratar un seguro antirrobo.
- Muy bien. Déjeme tomarle sus datos.

Todo iba bien para el empelado de la aseguradora, pero al llegar a la pregunta de “profesión”, todo se complicó.

- Ladrón – dijo el señor.
- ¿Cómo? – preguntó el de la aseguradora -. ¿Cómo que es ladrón?
- Sí, señor. Soy ladrón de profesión.
- ¿Y para qué necesita un seguro?
- Mire señor, más que nada, uno necesita cuidar su fuente de trabajo. Por eso, necesito asegurar mi mercancía, no sé si me entiende…
- Lo entiendo perfectamente –dijo el empleado-. Pero usted debe entender también que nuestra póliza de seguro se creó para ir contra gente como usted. Además, en el caso de que a usted le roben, el ladrón tendría 100 años de perdón, y nosotros no podemos hacer nada con eso. Es una ley muy fuerte…
- Cierto – el ladrón se rascó el mentón -. Es una ley muy injusta. ¿Pero, no existe ninguna manera de que pueda ayudarme?

El de la aseguradora pensó un rato.

- No creo. Además. Por más que usted le robe a otro ladrón, con el objetivo de adjudicarse de una indulgencia, no podría conseguirla ya que usted es un ladrón de naturaleza, y por más que consiga el perdón, cada vez que lo roben, el que lo haga conseguirá el perdón automáticamente.
- Ya veo…, si que es una ley muy injusta.
- Sí señor – afirmó el de la aseguradora-. En esta comunidad, los ladrones son muy discriminados…