Tuesday, December 29, 2009

¡Cuidado!

Una mujer despechada (por un hombre, claro está) es una de las peores cosas que le puede suceder a un hombre. Son crueles, perversas y por sobre todo: cal-cu-la-do-ras. Uno puede hacer infinitos chistes sobre las limitaciones intelectuales del sexo opuesto (como los puede hacer del sexo propio), pero por más bloqueo mental que tenga, cuando se siente despechada, una mujer es implacable.

Estamos hablando de una característica inherente a ellas mismas. No es algo intencional que van formando con educación (o al menos ignoro si esto es así). Le surge de lo más profundo de sus entrañas y lo ejecutan de forma perfecta. Se transforman en máquinas implacables de hacer el mal y nada las detiene hasta que logran de alguna forma su cometido (o se acercan bastante).

Y díganme qué es peor para el hombre que una mujer despechada...: dos. Una mente calculadora y cínica no se compara a dos mentes calibrando alguna maldad. Créanme. Lo he vivido. Por eso escribo estas líneas desde un sótano recóndito cuyo paradero no revelaré. No por místico, si no para que ninguna mujer despechada pueda encontrarme.

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