Desde su poco iluminado despacho, el Doctor Lúguber elaboró la macabra teoría de que la realidad es un conjunto de hechos imprevistos. Llegó a la conclusión que todo lo que le sucede al hombre son cosas que nunca pudo imaginarse.
Desvelado por sus incansables apuntes, no hizo más que empezar a imaginar qué podría ser de su vida. Imaginó a su esposa, bella, angelical, amorosa. Su hogar, cálido y confortable. Sus hijos. Su trabajo. Todos sus amigos. Su éxito como hombre de ciencia.
El vertiginoso tiempo, que no esperó a que él terminara de conjeturar sus aspiraciones, le golpeó con un hemorragia cerebral, una de esas tantas noches de apuntes interminables.
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