Wednesday, April 14, 2010

Stand-by

Lo que más me gusta de servirme un café en el trabajo es ese momento en que le pongo azúcar. Casi como un ritual, abro el sobre siempre en la misma parte. Examino el contenido cerciorándome de que esté todo en orden y vierto la pequeña montaña blanca que se amontona en la superficie del vaso de plástico. Las partículas flotan sobre la espuma un rato. Una isla de azúcar se forma en centro, quieta, serena. Cuando parece que más nada puede pasar, la estructura colapsa y la isla se empieza a hundir a toda velocidad, de afuera hacia el centro. Es en ese momento es que entro en acción con mi cuchara y fusiono para siempre los dos contenidos. El resto es todo muy aburrido.

2 comments:

Coppelia said...

No sé por qué, pero ese ritual de café tiene gusto a armonía. Qué bueno, eimb.

eresfea said...

Sí, con la sacarina no se pueden levantar ni hundir montañas...