Emergencia

- Necesito que me diga qué hacer, doctor...

La mañana estaba complicada en el hospital de payasos. Teníamos: los clásicos casos de globos atragantados (muchos payasos novatos cometen el error de apurarse al inflar el globo salchicha, y en una succión desesperada por juntar aire arrastran el globo para dentro de sus fauces); un par con la sierra de utilería trancada (brazo y cadera respectivamente); y otro sufriendo por tener la flor-dispara-agua descargada (pero ese iba directo para psiquiatría).

El equipo del hospital es reducido. Yo, jefe de piso, mando a los asistentes, al equipo de urgencia y tomo los casos más particulares. Fue por eso que ese día cuando recibimos la llamada de urgencia fui yo el que asistió al lugar de los hechos.

La escena era un desastre. Payasos iba y venían con el maquillaje corrido, sollozando. Un elefante movía la trompa mientras su entrenador lo intentaba controlar. Había enanos del circo que se mantenían alejados a un costado, mirando de reojo... Y allí estaba Eduardo, en el centro de la lona, boca arriba, como si esperara que un ángel lo sacara de ahí.

El truco era simple: a un extremo de la lona Eduardo en el cañón; al otro , la red; en el medio, un elefante con un aro en llamas agarrado por una especie de montura. El tema fue que cuando la chispa estaba por consumir la mecha, una pelea entre los enanos (no quise averiguar porqué peleaban) terminó con uno de los implicados golpeando el cañón e incrustando a Eduardo contra el elefante. El pobre Eduardo tenía su nariz de payaso quebrada, el traje arruinado y había perdido un zapato. Me vio acercarme y me habló.

- Necesito que me diga qué hacer, doctor...
- Tranquilo, todo va a salir bien.
- Perdí un zapato.
- Lo sé.
- Y mi nariz...
- Lo sé.
- ¡Mi traje, doctor! ¿Qué vamos a hacer?
- Seremos fuertes -tomé su mano con toda mi fuerza-, ¡lo superaremos...!
- Doctor..., me está apretando...