Thursday, June 11, 2009

Crimen

No me interesa cómo llegó hasta ahí el susodicho (ni los procesos químicos que provocaron su elaboración catastrófica). Sí estoy muy preocupado por el artífice del desastre, el autor material de la cosa como quien dice (aunque no sé si se puede definir como cosa a algo que carece de estructura sólida).

Las puertas del ascensor de cierta oficina pública de Montevideo se abrieron a las tres menos cuarto de la tarde de un jueves. Salió una persona menuda (si es que eso significa algo), uno ochenta, de traje. Posible sospechoso. En el segundo exacto en que cambiamos lugares todos mis sentidos se dispararon. Sonó una alarma de emergencia en mi nariz y los operarios encargados de la zona entraron en caos. Un dolor tremendo corrió por toda mi espina cuando se cerraron las puertas y me incliné, como si estuviera haciendo una reverencia.

El olor era insoportable y tuve que parar el ascensor a pocos pisos de subir. Abandoné el habitáculo a toda prisa (por suerte nadie ingresó en ese piso, ya que de ser así, sería yo culpable del homicidio). Tomé aire. Respiré profundo y subí por la escalera.

Cinco pisos pensando en ese sujeto. Fue él, lo sé. ¿Sonrío al dejarme pasar? Y sí él estuvo en la misma situación que yo cuando tuve que abandonar el elevador. ¿Pero no salió corriendo? ¿Podría alguien salir de un ascensor y dejar la escena del crimen sin decir nada siendo esta persona inocente? Fue él. Lo sé. ¡Y lo probaré! No, mentira.

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