Hoy me levanté con serias intenciones de comprar agua. En mis veintidós días entre Bolivia y Perú era lo único que hacía rutinariamente cada mañana: buscar agua.
Mi primer día en Montevideo dejó una reflexión muy idealista en mi cabeza. Fui a hacer las compras al súper porque estaba solo en casa y quedé maravillado. La cantidad y variedad de productos que ofrecían las góndolas eran increíbles. Había de todo. Desde cera para autos color verde agua hasta mermelada de higo.
Me pregunté quién compraría tales cosas. ¿Por qué había tantas cosas a la venta en el súper? ¿Existiría un cliente para cada una de esas cosas? Me di cuenta de que hay demasiadas cosas innecesarias ofertándose. Y demasiadas personas dispuestas a comprarlas… o no. Una superabundancia de productos al pedo que pueden o no llegar a ser comprados por los consumidores…
Yo, por lo pronto, compré mi agua y me fui corriendo del súper sin pensar más en eso. Me estaba volviendo demasiado bolche…
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