Friday, March 14, 2008

Rayones de enero (7)

_La vuelta a La Paz, luego de las ruinas, fue tranquila. La noche se repartió entre bebidas y reflexiones de la vida. La vista de la noche de La Paz desde el balcón del hotel es hermosa. Engaña por algunos momentos. Hace pensar que allí nadie sufre. Que nadie pasa hambre. Que hay un poco de felicidad para todos.

_Oscar, nuestro nuevo amigo, nos espera temprano a la puerta del hotel para emprender el viaje hacia el norte de Bolivia. Vamos a Copacabana. Los mareos vuelven a molestarme y José me ubica en la parte delantera de la camioneta con Santi –por si me da por vomitar. Los dos sufrimos el acoso del tufo boliviano de Oscar.

_Comienza a llover cuando abandonamos La Paz. Oscar y José usan los impermeables para cubrir las mochilas pero el viento puede más. La lluvia afloja y seguimos el camino hasta llegar al estrecho de Tikina.

_La única forma de cruzar el estrecho es en bote. No hay puentes ni nada por el estilo. Subimos todos a una barcaza y vemos como la camioneta de Oscar sube a una balsa que lleva varias camionetas. El cruce es de apenas diez minutos y volvemos a la ruta. La carretera zigzaguea por la montaña. Finalmente estamos en Copacabana, a orillas del frío Titicaca, acomodando las cosas del hostal.
_El día se consume pero igual decidimos subir al Cerro del calvario. Una montaña de 400 metros de altura que en su ascenso, muy empinado, recrea el vía crucis de Jesús. Los colonos españoles solían subirlo de arrodillas. Nosotros preferimos ir a pie. Recuerdo llegar al primero de los dos descansos y decir casi sin aliento: “Si que tenía fe este Jesus”, y a Vicky responderme, “Claro que sí, pero aprovechemos a descansar lo que él no pudo”. Al costado del camino de subida, cada 30 metros, se encuentran unas cruces. Todas las cruces están sobre una base ancha y alta de piedra con una baldosa al frente donde se lee un texto que recuerda distintas penurias del vía crucis. Las bases están llenas de pequeñas piedras sueltas dejadas por creyentes que pasaron por allí. Al final del camino nos encontramos con una gran cruz y otras detrás de ella que recuerdan a algunos santos –perdón mi ignorancia. La cima es espectacular. La vista de Copacabana, del lago, las montañas…, todo se encuentra en un estado armonioso y perfecto. Yo pienso que tengo suerte de estar allí.

3 comments:

Al Nonino said...

¡Basta de estos avisos! Estoy evaluando poner la clave para evitar esto. Pero es un embole tener que poner esa clavecita cada vez que comentás...
Che, tan buenazas estas crónicas. Bye.

Anonymous said...

Estas crónicas me hacen recordar muchas cosas del viaje que tenía olvidades. Gracias (de nuevo).
A.

Anonymous said...

Después; caídas, perros fornicando, una cámara mojada, guerra de alcohol, DEMASIADAS risas, una bombita de luz con forma de interrogación y un olor insoportable.

Yo tb pensé en mi suerte de estar ahí.